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KERRY PACKER CAMBIO LA HISTORIA DEL POLO

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KERRY PACKER CAMBIO LA HISTORIA DEL POLO

Por Julián Zocchi  (INFOBAE)

No sería exagerado decir que, en apenas 68 años, Kerry Packer vivió mil vidas en una sola. Debe ser que cuando un hombre acaricia la muerte desde los primeros días, se jura disfrutar de su existencia hasta el último segundo. Pero claro que el camino se abre cuando el destino te sienta en el trono de hierro del hombre más rico de toda Australia. Cinco mil millones de dólares es la fortuna que amasó Packer según la revista Forbes, que en 2004 lo ubicó en el puesto 94 entre los más ricos del mundo. ¿Sus pasiones? El cricket, el rugby, el polo, los medios de comunicación y, sobre todas las cosas, el casino. Es que, para despuntar el vicio, el hombre jugaba fuerte. ¿Qué tanto? Además de comprar su propio casino, KP llegó a perder 30 millones de dólares en un par de semanas en Inglaterra, aunque un testigo directo jura que siempre iba por más.

«Yo lo vi perder veinte millones en un una noche… ¡y no le cambiaba la cara!», ha contado el mejor jugador de polo de la historia, y uno de sus caprichos, Adolfo Cambiaso. Por eso, si la casa ponía un techo de 300.000 dólares, el australiano ni se sentaba a la mesa. La adrenalina comenzaba a correr por sus vísceras a partir de los 800.000 dólares… en cada mano, claro. «Cuando Kerry atravesaba las puertas de los hoteles con sala de juegos, sus dueños transpiraban», cuentan quienes lo conocieron. Packer hacía temblar a los casinos más exclusivos de toda Europa. Si no, anote: «Kerry rompió la banca del casino de Mónaco. ´Hasta acá te podemos pagar, no podemos jugar más con vos´, le dijeron en el principado. Y para él fue como ganar la Copa del Mundo, la satisfacción más grande de su vida», ha recordado Cambiaso en una de esas noches donde pela su frondoso anecdotario. Pero Kerry Packer no formaba parte de ese club que revienta la fortuna que generaron sus padres, por el contrario, pudo anotar varios plenos. ¿Su mejor negocio? En 1987 vendió Channel Nine por 500 millones de dólares y, dos años después, lo recuperó por cien.

EL HOMBRE QUE CAMBIÓ EL POLO PARA SIEMPRE. Está claro que todo lo que hacía Packer lo encaraba con una voracidad arrolladora. Así era en la vida. Fumaba tres atados de cigarrillos por día, amaba la comida chatarra y era capaz de tragar dos o tres hamburguesas al hilo como si fueran canapés.
KP nació el 17 de diciembre del 37 en Australia y fue el hijo de Sir Frank Packer, el magnate de medios más poderoso de toda Oceanía. Además de ser disléxico, nació con una poliomielitis que no le generó daños neuronales pero lo tuvo en vilo durante toda su niñez. No hay dudas de que la salud fue su Talón de Aquiles: cerca de los 50 años ya había perdido un riñón y su vesícula, producto de un cáncer que también superó.

Fue en esos días que el médico le aconsejó a Packer hacer deportes pero evitar el impacto para que el sobrepeso no rompiera sus rodillas: medía uno noventa y pesaba más de cien kilos. Entonces apareció el polo, que se convirtió en su nueva pasión. Y sabemos lo que pasaba cuando KP se obsesionaba con algo. Para arrancar, invirtió varios millones de euros (algunos dicen que fueron cincuenta) en armar su propia caballeriza en Ellerston, un lugar remoto de Hunter Valley a 240 kilómetros de Sydney.

Packer le dedicó tanto tiempo al deporte equestre que empezó a bajar de peso y terminó convirtiéndose en un jugador aceptable. Pero él siembre iba por más: «Quiero jugar los mejores torneos del planeta», le dijo a un polista australiano, Ginger Hunt. Y este le presentó al jugador argentino Gonzalo Tanoira. El ex presidente de la AAP viajó a Australia a conocer a Kerry que le contó cómo había cambiado las reglas del cricket para convertirlo en un deporte rentable para la televisión, le explicó el negocio de los campos de algodón que cosechaba y le dijo que quería comprar caballos: «No importa cuánto cuesten, yo quiero ser la primera opción de los dueños de los mejores petisos», dijo Packer, palabras más, palabras menos, y abrió un mercado que cambiaría para siempre el negocio y el precio de los caballos de polo. Ese espíritu competitivo fue la clave por la que los patrones empezaron a pagar fortunas por caballos y jugadores en el exterior. Y, si en la carrera por los medios de comunicación su rival fue Rupert Murdoch, en el mundo del polo la carrera por tener los mejores pingos la corrió con un peso pesado: el Sultán de Brunei.

Cuando Tanoira, que ya estaba en franca retirada, vio que la cosa venía en serio, contactó a Packer con Gonzalo Pieres que había abandonado la actividad. Está claro que el australiano lo convenció de volver al polo y de que le armara un verdadero dream team para jugar en el exterior. De pronto Packer se encontró jugando con el pibe de Oro, Adolfito Cambiaso, que viajaba a Palm Beach, en los Estados Unidos, junto a su madre Martina Estrada y una profesora porque tenía que rendir libre el secundario. A los 17 ya contaba 10 goles de hándicap y estaba claro lo que iba a ser: el mejor polista de la historia. Del otro lado estaba el histórico mexicano Memo Gracida que después fue reemplazado por un joven Lolo Castagnola. Todos, bajo el ala de Gonzalo Pieres que tuvo un regreso a lo Michael Jordan: en 1992, después de ganar la Copa de Oro y recibir la Copa de la Reina de manos de Isabel II, fundó Ellerstina (una fusión de Ellerston y Argentina) y volvió a conseguir la Triple Corona (en la Argentina Packer no jugaba, técnicamente era el dueño del equipo), el máximo galardón posible para un polista profesional.

EL ÚLTIMO GUSTO DEL REY DE LA PROPINA. Su desembarco en el polo terminó de demostrar que no había límites en la vida de Packer. Y, aunque no siempre ganaba, seguro se las rebuscaba para divertirse después de una derrota. Y la anécdota en boca de Adolfo Cambiaso es más que gráfica: «Estábamos en Los Estados Unidos tomando mate en la caballeriza porque no nos había ido bien en el US Open, quedamos afuera rápido. Y a Packer le dieron ganas de ir al casino: ´Nos vamos a Los Angeles´. A los diez minutos estaba aterrizando un helicóptero en el campo que nos llevó hasta su avión privado. Nos fuimos con lo puesto, no nos dejó ni armar un bolso». Hasta ahí, otra locura del magnate que llevó a todo su séquito hasta el hotel MGM de LA sin escalas. Claro que faltaba la frutilla del postre: «Kerry alquilaba todo un piso del MGM para él. Pero ese día, la suite que tomaba Packer estaba ocupada por Elton John… ¿Qué hicieron? Para que te des una idea de lo que era el tipo en ese momento, los gerentes del hotel lo rajaron a Elton John de la habitación». Cuando lo veían entrar al casino, los crupieres sabían que esa propina les salvaba el año. Packer armaba mesas de Black Jack con sus amigos, pero él jugaba todas las manos: «Una vez, un polista muy famoso se llevó 700 mil dólares por estar en la silla indicada», cuentan. De ahí que le decían El Rey de las propinas.

La vida de Packer (¿fue una sola?) es un anecdotario interminable. En 1990 jugaba un campeonato de polo en Sydney cuando cayó seco del caballo. El magnate estuvo literalmente muerto: seis minutos sin pulso y sin señales de vida, hasta que los médicos lograron resucitarlo. «La buena noticia es que no existe el diablo. Pero la mala es que no hay paraíso. Sencillamente, no hay nada», tiró cuando despertó.

Dieciséis días después salió de la clínica y su médico personal le contó que lo habían salvado por la velocidad en la que llegó la ambulancia. KP buscó a los doctores, al chofer y a todo responsable de que siguiera caminando y les obsequió un millón de dólares. Además, hizo un cheque de dos millones y medio para acondicionar el hospital de Nueva Gales del Sur.

En diciembre 2005, el australiano ya tenía 68 años y su salud se vino a pique. Esta vez no alquiló 40 días la Mansión del Four Seasons (donde paraban Madonna y los Rolling Stones en sus visitas a Buenos Aires) como solía hacer cada fin de año cuando venía a ver el mejor polo del mundo, pero cruzó el océano en su avión privado para presenciar la final que su querida Ellerstina perdió con La Dolfina en Palermo. Su sistema renal ya no respondía, pero Kerry decidió no recibir paliativos que lo tuvieran conectado en una cama. Para qué, si ya había vivido mil vidas.

Murió un día después de navidad, en su casa de Melbourne. Fue ese 26 de diciembre que nació el mito de Kerry Packer, «El rey de las propinas» o el hombre que cambió la historia del polo.

Foto: INFOBAE